“Las palabras son una de las herramientas más poderosas del ser humano. Con ellas expresamos mucho de lo que llevamos dentro. Nos sirven para lanzar puentes hasta el otro. Con ellas hablamos de amor, de tristeza, de esperanzas… Compartimos conocimientos, hacemos planes, discutimos, llamamos a Dios, clamamos por todo aquello que nos defrauda. Las palabras ayudan a encontrar su voz a los filósofos, a los sabios, o a los poetas.
Las palabras
dejan huellas huella. Nos hacen subir al
cielo o caer a simas de desasosiego. Sanan y hieren, levantan y derriban.
Es verdad que
vivimos en un mundo donde demasiadas veces las palabras son ruido. Se adulteran,
se abusa de ellas y en ocasiones se pervierten para hacer que deformen la
realidad. Hace falta respetarlas. Respetar las palabras porque, al fin y al
cabo, tienen la capacidad de ser eco de la Palabra que le da sentido.” (Cuando
llegas. José Mª Rodríguez Olaizola. Ed. Mensajero).
Tenemos entre
manos una tarea ineludible: ser testigos “de palabra” y de obra de un mensaje
con más de dos mil años de actualidad. Y para ello tenemos una herramienta muy
poderosa: la palabra. Una palabra que debería ser reflejo de la Palabra. Por
tanto, no somos más que mediadores y nuestra tarea debería consistir en crear
caminos que lleven a vivir la experiencia de la Palabra viva. Palabra que puede
saciar tanta sed de existencia y plenitud. Palabra que puede transformar
nuestras vidas y dotarlas de sentido. Porque al hacer una relectura de nuestras
vidas, desde esa Palabra, descubrimos que nuestra historia personal y
comunitaria es Historia de Salvación con todo lo que en ellas hay. Con todo.
Ninguna herida, dolor, fracaso, esperanza, anhelo, conquista, cruz… queda fuera
de esa historia de redención.
Pero la
palabra humana es ambivalente y debemos ejercer la tarea de comunicar la fe y la
vida con la responsabilidad del artesano, que se toma su tiempo para crear una
obra que refleje belleza y ganas de poseerla.
Por ello, puede
que nuestra tarea de evangelización en Redes nos exija ser “artesanos de
palabras” para que, al igual que los misioneros, sembremos la Palabra en medio
de lo cotidiano a través del testimonio. Corren tiempos donde no solo debemos
ser eco de quienes son testigos veraces: los misioneros y misioneras, sino que
debemos asumir una vocación que nos viene dada por el bautismo. ¡Seamos
sencillos y dóciles al Espíritu, para ser audaces a la hora de crear palabras
que lleven a la Palabra!