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10 años de Pontificado del Papa Francisco, con la alegría del Evangelio

OMPRESS-ROMA


El 13 de marzo de 2013, hace hoy 10 años, el Papa Francisco se asomaba por primera vez al balcón central de la Basílica de San Pedro. Un Papa que “mis hermanos Cardenales han ido a buscar casi al fin del mundo”, y que en sus intervenciones no ha dejado de insistir en la misión, en el carácter de discípulo-misionero de todo cristiano.

El director nacional de las Obras Misionales Pontificias, José María Calderón, ha grabado un mensaje en vídeo, felicitación y reconocimiento a la vez, en el que recoge cómo el Papa Francisco ha cambiado hasta el vocabulario, en su impulso y ánimo a que todos los bautizados se tomen en serio su vocación cristiana.

“Hoy es un día muy bonito, porque celebramos diez años desde que el Santo Padre Francisco fue elegido para ser el pastor de la Iglesia universal. Desde aquí, desde Obras Misionales Pontificias de España, le felicitamos y le recordamos, teniendo en cuenta todo lo que este Santo Padre ha hecho en estos diez años por las misiones, sus viajes apostólicos. Ha hecho muchos a pesar de las dificultades por las que ha tenido que pasar.

Sin duda alguna crea un vocabulario también que es muy misionero: lo de discípulos misioneros, lo de salida a las periferias, lo de no ‘balconear’ sino saltar al ruedo, ¿verdad? Esas cosas son también un ánimo con el que nos impulsa el Santo Padre a ser misioneros todos nosotros. Y luego, para mí, lo que ha sido y lo que es el marco de su pontificado, la encíclica Evangelii Gaudium, en la que nos anima a proclamar el Evangelio con alegría, porque el Evangelio siempre nos da esperanza y nos da alegría, y hay muchos hombres y mujeres que todavía no le conocen.

Nos anima a todos los bautizados a tomarnos en serio nuestra vocación cristiana y a ser eso, evangelizadores en los ambientes en los que vivimos. Con lo cual, en este 10º aniversario de su elección le felicitamos, le deseamos lo mejor y rezamos por él para que el Señor le siga bendiciendo y llenando de gracias para gobernar y para dirigir su Iglesia”.

Arranca la campaña de Infancia Misionera 2023


Con el comienzo del nuevo año, arrancamos la campaña de Infancia Misionera. Aunque su lema fundacional es “los niños ayudan a los niños” y ellos también aportan su granito de arena, Infancia Misionera no es solo cosa de los más pequeños. Desde que, hace 100 años, esta iniciativa se asumiera como una Obra Pontificia, se convirtió en el cauce oficial de la Santa Sede para sostener el trabajo que la Iglesia realiza con la infancia en los territorios de misión.

 

Las necesidades son enormes, así que también los adultos están invitados a conocer los proyectos que se llevan a cabo y colaborar. Para ello, renovamos la web –disponible desde el inicio de Adviento, con materiales y actividades para colegios y parroquias-, con algunos de los 2.577 proyectos financiados por Infancia Misionera en 2022. La campaña viene acompañada, además, de un vídeo, en esta ocasión protagonizado por tres niños: Harriet, de Uganda, Chan, de Tailandia, y Vikhonuo, de India. ¿Qué tienen en común? Los tres han encontrado apoyo y una familia en la Iglesia Católica. Y, como ellos, más de cuatro millones de niños han sido ayudados por Infancia Misionera.

 

En palabras de Fernando González, responsable de esta Obra en España, “conocer un poco de la vida de estos niños nos hace ponerle cara y nombre a todo lo que hace Infancia Misionera. A veces, no somos conscientes de que nuestra ayuda puede cambiar la vida de muchos niños.

 

Cada cosa que hacemos, cada euro que donamos o cada vez que rezamos por ellos y por los misioneros, estamos mejorando las condiciones de vida de estos niños. Y todo esto es gracias a la ayuda que cada uno de nosotros damos en la jornada de Infancia Misionera. Sin duda, una oportunidad única para colaborar en mejorar el mundo”.

 

La jornada de Infancia Misionera se celebrará en toda España el próximo 15 de enero.


Obras Misionales Pontificias se hace misión navideña en la cárcel de Pamplona


 

«Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, me lo hicieron a mí» (Mt 25,34.40).

 

La navidad, se mire como se mire, más allá de la buena voluntad y de ser unas fiestas donde la familia cobra protagonismo, es una celebración profundamente religiosa, donde vivimos y celebramos la encarnación de Dios: cómo se abajó para vivir entre nosotros para anunciarnos con su vida el gran amor que Dios nos tiene.

 

Esta es la verdadera realidad que late bajo lo superfluo: villancicos, luces, regalos, comidas y cenas… por mucho que todas estas cosas estén movidas por la buena voluntad que parece relucir de manera especial estos días.

 

Y al contemplar este misterio, resulta tan importante estar atentos tanto al fondo como a la forma: Dios no solo se encarna, si no que lo hace bajo la protección de una familia humilde, sencilla, pobre… Los evangelistas no disimulan, en el relato, el desamparo que evidencia pobre pesebre bajo una noche de frío y cierta incertidumbre. Porque la fe suele hacerse fuerte más entre vacilaciones que entre certezas. Por tanto no es exagerado afirmar que estamos más cerca de Dios en situaciones de vulnerabilidad. La Palabra lo expresa en estos términos: “Dios se hace fuerte en nuestra debilidad…”

 

No obstante, existen cientos de iniciativas, durante estas fechas, que expresan el amor de Dios a través del amor humano: comedores sociales, recolección de juguetes para niños en situación de exclusión, apoyo de Caritas a cientos de familias, voluntariado en centros de “mayores”… y tantas otras de las que nunca nos llegará noticia alguna.

 

Pero este año, queremos contarte uno de esos gestos que hacen de la Navidad una hermosa expresión de la relación de Dios con el hombre y del hombre con Dios.

 

Nos referimos a la iniciativa de Javier Arbilla, capellán del centro penitenciario de Pamplona, que este año ha decidido que los presos tengan como regalo de reyes un rosario y un bolígrafo de Obras Misionales Pontificias. ¿Dos regalos religiosos, misioneros, “de Iglesia”, a los presos?... ¿De verdad esto tiene sentido?... Ante cualquier atisbo de duda, por mínima que sea hasta el punto de no parecerla, Javier Arbilla nos dice con su perenne sonrisa que a los presos les encanta el rosario.

 

Así son las cosas de Dios, así es la Navidad… Dios nos recuerda una vez más quiénes son sus predilectos.

 

Gracias Javier, por una pastoral tan humana, tan profundamente humana que nos habla de Dios.

Ejercicios Espirituales Misioneros para jóvenes en Javier 2022


Las Obras Misionales Pontificias, junto con la Comisión Episcopal de Misiones de la Conferencia Episcopal, convocan estos ejercicios, del 26 al 30 de diciembre, en el incomparable escenario donde creció San Francisco Javier, intrépido misionero y patrono de las misiones. Dirigidos por el Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias de España, José María Calderón, para jóvenes de hasta 35 años, quieren ser una experiencia de oración y también de reflexión sobre la propia misión.


Como dice el Papa Francisco, hablando de los ejercicios, quien los vive de modo auténtico “experimenta la atracción, el encanto de Dios y vuelve renovado, transfigurado, a la vida ordinaria, al ministerio, a las relaciones cotidianas, trayendo consigo el perfume de Dios”, sin duda la base para vivir la misión a la que cada bautizado ha sido llamado.


El coste es de 200 euros, en los que van incluidos estancia y comidas. Toda persona que desee inscribirse podrá hacerlo en la Delegación de Misiones de su propia diócesis.


No lo dudes, llámanos al 948 227 400 a la Delegación de Misiones del Arzobispado de Pamplona. También no puedes escribir: delegacion@omp-pamplona.org.  


Carta pastoral: "Seréis mis testigos"


Celebramos el próximo domingo 23 de octubre la Jornada Mundial de las Misiones -Domund- con el lema “Seréis mis testigos”. Antes de su Ascensión al Cielo, Jesús encomienda a sus discípulos la tarea de la evangelización. Los discípulos reciben la misión de dar testimonio de Jesús en todos los lugares de la tierra con la fuerza del Espíritu Santo.  


El Domund es una fecha para pensar, orar, agradecer y ayudar a nuestros misioneros. Ellos son, ciertamente, la cara más amable y abnegada de la Iglesia; sacerdotes, laicos, religiosos y religiosas que han dejado familia, país, la comodidad de la vida occidental, para anunciar a Jesucristo en los países más desfavorecidos del mundo. Además de anunciar la Buena Noticia del Evangelio, contribuyen al desarrollo con proyectos educativos, sanitarios, sociales, mostrando que la evangelización transforma y engrandece al ser humano.


Pero, al mismo tiempo, el Domund nos recuerda el mandato misionero que despierta nuestra conciencia de que todos somos misioneros. La misión no es vocación de unos pocos sino llamada universal para los seguidores de Cristo. Por ello, urge reavivar en nosotros el celo apostólico, el sentido evangelizador y misionero, que es inseparable de nuestra condición de bautizados. Así nos lo recuerda el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”, cuando señala que “la actividad misionera representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia y la causa misionera debe ser la primera”. En el Mensaje del Santo Padre para esta Jornada Mundial de las Misiones, nos invita, igualmente, a ser testigos de Cristo del mismo modo que “la Iglesia, comunidad de los discípulos de Cristo, no tiene otra misión sino la de evangelizar el mundo dando testimonio de Cristo. La identidad de la Iglesia es evangelizar”.


En un contexto marcado por la incertidumbre, las crisis económica y de valores, la pandemia vivida en estos últimos tiempos.., Dios nos invita a salir de nosotros mismos por amor a Él y al prójimo. Es una oportunidad para compartir, servir e interceder, momento para escuchar la invitación del Señor: “Seréis mis testigos” (Hch 1, 8). Dios nos ha revelado que su amor es para todos y para cada uno de nosotros. Ahora bien, la respuesta a su llamada ha de ser una respuesta personal, libre y consciente.


La fe cristiana es un encuentro con Cristo que cambia la vida. Después de conocer al Señor nadie puede permanecer indiferente. Conocer a Jesús es conocer el amor que Dios nos tiene; el amor de Dios se ha manifestado en que ha enviado a su Hijo para que el mundo se salve por Él (cfr.Jn 3, 16-21). Pero además de cambiarnos la vida, de llenarla de esperanza y de sentido, el amor de Dios nos lleva a anunciar y compartir “lo que hemos visto y oído”. Jesús nos envía al mundo no sólo para realizar la misión sino también y sobre todo para vivir la misión que nos confía; no sólo para dar testimonio sino también y sobre todo para ser sus testigos.


Somos llamados a comunicar la Buena Noticia del Evangelio. Pero la misión no se realiza de manera individual sino conjunta, en comunión con la comunidad eclesial y no por propia iniciativa. No es casual que Jesús enviara a sus discípulos en misión de dos en dos.


El anuncio de Cristo va unido al ejemplo de vida cristiana, son dos pulmones con los que debe respirar toda comunidad para ser misionera. Por ello, os animo a “retomar la valentía, la franqueza, esa parresia de los primeros cristianos, para testimoniar a Cristo con palabras y obras en cada ámbito de la vida” (Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones 2022).


Que María, Reina de las Misiones, presente en el comienzo de la Iglesia misionera en Pentecostés, sea nuestra guía y modelo en el camino de la fe.


Con mi afecto y bendición,

¿SOY SAL Y LUZ? ¿SOY TESTIGO?

José María Calderón

Director de OMP en España

 

Ante la situación de nuestro mundo, podemos tener la tentación de replegarnos y culpar de lo que está ocurriendo a los políticos o a los que gestionan los grandes poderes de nuestra sociedad: medios de comunicación, responsables de las redes sociales, los que manejan las economías más importantes…

 

Es fácil, recurrente e incluso cómodo mirar a los demás cuando se trata de echar la culpa. Pero yo me pregunto: estos hechos que nos rodean de corrupción generalizada, de mentira continuada, de ideologización de la cultura, de la educación y de la forma de concebir la vida y la sociedad, todo esto… ¿no será acaso también porque los que debemos ser sal de la tierra y luz del mundo, como nos dice Jesús en el Evangelio (cf. Mt 5,13-16), no lo estamos siendo? ¿Manifestamos con nuestro comportamiento que estamos iluminados por la Luz, que es Cristo? ¿Somos testigos del Señor que se presenta a sí mismo como el Camino, la Verdad y la Vida?

 

El testimonio de Pauline…

 

Hace muy poco, el 22 del pasado mes de mayo, se beatificaba en Lyon a Pauline Marie Jaricot. Esta mujer no vivió tiempos más fáciles y cómodos que los nuestros. Era una laica de la Francia de principios del siglo XIX, llenos de reminiscencias caducas e ideológicas… Pero no pactó con el mundo que le había tocado vivir. Con una intrepidez espectacular y, sin duda, con la fuerza que da el Espíritu Santo a los que aman a Dios, ella quiso ser testigo de algo mejor, de un mundo mejor, de unas relaciones humanas mejores.

 


La joven Pauline unió la oración, verdadera contemplación del corazón, con la acción y con la compasión. Y concibió así “el plan” que permitió fundar la Sociedad de la Propagación de la Fe en 1822, motivada por el deseo de que en el mundo reinara el amor de Dios, capaz de hacer que todo se transforme. Una Sociedad que, con el correr del tiempo, llegó a convertirse nada menos que en una de las Obras Misionales a las que el papa Pío XI dio justo un siglo después, en 1922 —otro de los grandes centenarios de este año—, la categoría de “Pontificias”, recomendándolas y encomendándolas a toda la Iglesia.

 

Pero hubo todavía más. La creación, también por parte de la beata Pauline Jaricot, de la Asociación del Rosario Viviente, que tuvo lugar unos años más tarde, en 1826, fue una lección de confianza en Dios y en el poder de la oración para hacer realidad la paz y la fraternidad prometidas por Jesús. Y, por último, su empeño firme y audaz de sacar a los trabajadores y, especialmente, a las trabajadoras de una forma de vida injusta, inhumana y anticristiana —empeño que acabó llevándola a la ruina y a la mayor de las pobrezas— es todo un testimonio de que el creyente no se puede conformar con el lamento y la queja; de que cada uno de nosotros, tú y yo, igual que el papa Francisco o las religiosas, estamos llamados a ser testigos de Cristo muerto y resucitado; de que ninguno de nosotros puede pactar con la mediocridad.

 

… y el de nuestros misioneros

 

El Santo Padre ha propuesto para la Jornada del Domund de este año 2022 el lema “Seréis mis testigos” (Hch 1,8). Eso dice el Señor a los apóstoles. Y estos hombres, pocos y con muchas debilidades, se extendieron por todo el mundo, sin miedos, sin complejos, sin protestas ni condiciones, a llevar aquello que habían descubierto en el Corazón de Cristo, que les había cambiado la vida.

 

Hoy muchos hombres, y más mujeres todavía, de todas las condiciones —solteros, casados, sacerdotes, consagrados…— están siendo testigos de Dios por toda la tierra. Son nuestros misioneros; esas personas que han oído la voz del Redentor que las llama y están convencidas de que pueden aportar su grano de arena para que este mundo sea un poco más digno cada día.

 

Son hombres y mujeres de todas las edades, aunque la media de años, muy alta, es señal de que hacen falta nuevos jóvenes, como ellos lo fueron en su momento, que vivan también ese precioso compromiso de entrega a la misión para toda la vida. Son personas que creen que pueden ser sal que ayude a que no se corrompa nuestra sociedad; que creen que pueden ser luz que impida que las tinieblas del pecado, el egoísmo, la soberbia y la avaricia reinen en nuestros corazones.

 

El Domund de 2022 va a ser un bonito homenaje a los que, como Pauline Jaricot, se creen el Evangelio y procuran ser sus testigos en la misión. Porque el Señor quiere testigos, sus testigos. ¡Y tú y yo estamos llamados a serlo en medio del mundo!