«Vengan, benditos de
mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la
creación del mundo. Porque cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más
pequeños, me lo hicieron a mí» (Mt 25,34.40).
La navidad, se mire
como se mire, más allá de la buena voluntad y de ser unas fiestas donde la
familia cobra protagonismo, es una celebración profundamente religiosa, donde vivimos
y celebramos la encarnación de Dios: cómo se abajó para vivir entre nosotros
para anunciarnos con su vida el gran amor que Dios nos tiene.
Esta es la verdadera
realidad que late bajo lo superfluo: villancicos, luces, regalos, comidas y cenas…
por mucho que todas estas cosas estén movidas por la buena voluntad que parece
relucir de manera especial estos días.
Y al contemplar este
misterio, resulta tan importante estar atentos tanto al fondo como a la forma: Dios
no solo se encarna, si no que lo hace bajo la protección de una familia
humilde, sencilla, pobre… Los evangelistas no disimulan, en el relato, el
desamparo que evidencia pobre pesebre bajo una noche de frío y cierta
incertidumbre. Porque la fe suele hacerse fuerte más entre vacilaciones que
entre certezas. Por tanto no es exagerado afirmar que estamos más cerca de Dios
en situaciones de vulnerabilidad. La Palabra lo expresa en estos términos: “Dios
se hace fuerte en nuestra debilidad…”
No obstante, existen
cientos de iniciativas, durante estas fechas, que expresan el amor de Dios a
través del amor humano: comedores sociales, recolección de juguetes para niños
en situación de exclusión, apoyo de Caritas a cientos de familias, voluntariado
en centros de “mayores”… y tantas otras de las que nunca nos llegará noticia
alguna.
Pero este año,
queremos contarte uno de esos gestos que hacen de la Navidad una hermosa
expresión de la relación de Dios con el hombre y del hombre con Dios.
Nos referimos a la
iniciativa de Javier Arbilla, capellán del centro penitenciario de Pamplona,
que este año ha decidido que los presos tengan como regalo de reyes un rosario
y un bolígrafo de Obras Misionales Pontificias. ¿Dos regalos religiosos,
misioneros, “de Iglesia”, a los presos?... ¿De verdad esto tiene sentido?... Ante
cualquier atisbo de duda, por mínima que sea hasta el punto de no parecerla, Javier
Arbilla nos dice con su perenne sonrisa que a los presos les encanta el
rosario.
Así son las cosas de
Dios, así es la Navidad… Dios nos recuerda una vez más quiénes son sus
predilectos.
Gracias Javier, por
una pastoral tan humana, tan profundamente humana que nos habla de Dios.