Con el verano ya a las puertas empiezan a visitarnos los misioneros. Hoy hemos estado con el misionero navarro José Manuel Miranda Azpiroz, del IEME, que lleva 56 años de misionero en Latinoamércia. Actualmente forma parte de la Comisión de Derechos Humanos en Ica, Perú. Nos comenta también que la situación de la pandemia en la zona de la selva está muy complicada, ya que la vida familiar y social es muy comunitaria y les resulta muy difícil atenerse a las medidas de prevención. Con una amplia sonrisa nos despide de la siguiente manera: “pronto vuelvo… en julio estoy ya allí”. Cuando cierra la puerta en la Delegación Misiones se instala un silencio que es más que silencio. Diríase la letanía de una oración de acción de gracias: Gracias, Señor, por el don de la vida de cada misionero; por el paso de sus vidas por la nuestra; por encarnarte de manera tan sencilla y cotidiana. Gracias por un trabajo que es más, mucho más, que trabajo: vocación de servicio hacia los “amigos de Dios”, que van encarnando el Evangelio por todos los rincones del mundo.
La puerta
no se cierra del todo, supongo que la madera vieja no se lo permite, o
simplemente no es capaz de hacerlo, con el corazón expectante ante la próxima visita
de un misionero. La entendemos…