Ayer
falleció en Pamplona el misionero navarro Jesús Jauregui Oreja.
Formó parte de los sacerdotes de Misión Diocesana que estuvieron en Ruanda. En
1994, Caritas Española lo llamó para coordinar y gestionar la campaña Ruanda,
integrada en Cáritas Internacional. Su trabajo consistió principalmente en
coordinar a las personas que, relacionadas con los acontecimientos del 94 en
Ruanda, optaron por ponerse al servicio de los ruandeses bajo el paraguas de
Cáritas Española; la mayoría fueron voluntarios y voluntarias.
Las
prioridades, de aquel ingente trabajo que llevaron a cabo, derivaron, por un
lado, del compromiso adquirido ante el ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Refugiados) en el momento de aceptar la gestión de un campo de
refugiados bajo su tutela, que comprendía la alimentación, sanidad,
equipamientos, personal trabajador, etc.
El
abanico de problemas a los que tuvieron que hacer frente fue muy amplio:
reconstrucción de hospitales, centros de salud, grupos escolares y viviendas;
proyectos agrícolas, becas de estudios, atención a la mujer, programas de
reconciliación, alimentación, atención a los presos, etc.
Tras
esta arriesgada y fructífera “aventura” que duró varios años, extenuado y
gravemente enfermo, regresó primero al Hospital de Cruces en Bilbao, y después
definitivamente a Pamplona.
Aquí,
en su tierra natal, estuvo trabajando como voluntario en Caritas del Centro San
Miguel de Pamplona, atendiendo a personas sin hogar hasta hace dos años, pues
su salud ya era bastante delicada.
Desde
la Delegación de Misiones de Pamplona y Tudela y Obras Misionales Pontificas de
Navarra, nos despedimos de este héroe anónimo, que como muchos otros, han dado
su vida por construir un mundo mejor al estilo de Jesús de Nazaret; como en su
día hiciera San Francisco Javier.
Manifestamos
nuestra gratitud por su vida y, de cara al próximo Mes Misionero Extraordinario
convocado por el Papa Francisco, oramos por los 12.000 misioneros españoles que
aún siguen siendo testigos, con sus vidas, del amor de un Dios comprometido con
la humanidad.
Oremos
por nuevas vocaciones misioneras que recojan el relevo de estos “valientes de
Dios”. Y vivamos de tal manera que, como María, encarnemos a Dios en todos
nuestros quehaceres.