LAS JAVIERADAS NOS ANIMAN A SEGUIR
EVANGELIZANDO
PRIMERA
JAVIERADA
por
Mons.
Francisco Pérez González
1.-
Un año más se nos convoca a salir de nosotros mismos
caminando
a Javier. Estas peregrinaciones son una llamada
permanente
a vivir el Evangelio y a sentirnos misioneros en el mundo
de
hoy como lo fue San Francisco Javier. Precisamente este año se ha
elegido
como lema: “Enviados”, en consonancia con la celebración del
próximo
Mes Misionero Extraordinario convocado por el Papa
Francisco
para el mes de octubre 2019. Con él, el Santo Padre quiere
despertar
la conciencia de la misión ad gentes y retomar con nuevo
impulso
la responsabilidad de proclamar la Buena Noticia del
Evangelio
a todas las personas.
Ser
atraídos por Jesús, encontrarse con él, vivir en él con alegría,
necesariamente
nos convierte en misioneros. Como dice el Papa
Francisco:
“ser atraídos y ser enviados” son los dos movimientos de
nuestro
corazón. De ahí que ser misionero esta en el corazón mismo
de
la fe de cada bautizado. Pero, para sentirnos así, cada uno de
nosotros
tenemos que entrar en el camino del Evangelio que lo
renueva
todo, lo recalifica todo, lo reestructura todo. Al iniciar
cualquier
tarea de la misión, hemos de saber que Jesús Resucitado,
con
su Espíritu, camina con nosotros, enciende nuestra ilusión,
fortalece
nuestra valentía y nos da esperanza. Siempre está a nuestro
lado
para levantarnos de nuestro desánimo y hacer que arda nuestro
corazón.
Por ello, hemos de cultivar el encuentro con Cristo; sólo así
la
evangelización encontrará la verdad, la fuerza y la convicción que
necesita.
En
estas Javieradas 2019 nos ponemos a caminar con Jesús en medio
de
su pueblo, como hombres y mujeres que somos continuamente
perdonados,
continuamente amados en la misericordia de Dios. Que
al
acercarnos a Javier gocemos de la fuerza que nos da el Señor para
regresar
con nuestros corazones convertidos gracias al encuentro con
su
amor misericordioso que se nos regala en el Sacramento de la
Reconciliación
y con su amor generoso y entregado que se nos
entrega
en el Sacramento de la Eucaristía.
2.-
La Palabra de Dios hoy nos muestra las tentaciones que tuvo
Jesús
y que, con valentía, rechazó. Las tentaciones en el desierto no
son
un contratiempo más o menos fuerte, ni son unas circunstancias
inesperadas
que vienen con sus dificultades; al contrario, son fruto de
su
elección y forman parte de la misión que el Padre le ha
encomendado.
“Él no lo hizo (salvarnos del pecado y de la muerte
espiritual)
con declaraciones altisonantes, sino luchando en primera
persona
contra el Tentador; hasta la cruz. Este ejemplo vale para
todos:
el mundo se mejora comenzando por nosotros mismos,
cambiando
con la gracia de Dios, lo que no está bien en nuestra
propia
vida” (Papa Benedicto XVI, Ángelus, 21 febrero 2010). El
combate
lo vamos a tener siempre y ha de ser bien orientado para
vencer.
No huyamos de él puesto que quien huye además de vivir
cobardemente
se hace un pacto con las debilidades y con la
mediocridad.
Dar la batalla al Maligno y luchar con la fuerza y la
compañía
del Espíritu Santo como hizo Jesús en los cuarenta días –en
el
desierto-.
3.-
De ahí que hemos de afrontar en este tiempo de cuaresma tres
modos
de vivir para sanar las comodidades y apetencias del egoísmo:
La
Oración, el Ayuno y la Limosna.
El
tiempo de Cuaresma nos ayuda a profundizar en el encuentro
con
Dios, por eso la ORACIÓN es el primer requisito de todo camino
hacia
el recorrido del corazón, hacia la santidad. “Al Señor, tú Dios,
adorarás
y a él solo darás culto” (Lc 4, 8).En la oración es donde
mejor
se define si estamos cercanos o alejados de Dios.
“Efectivamente,
cuando no vivimos como hijos de Dios, a menudo
tenemos
comportamientos destructivos hacia el prójimo y las demás
criaturas
–y también hacia nosotros mismos-, al considerar, más o
menos
conscientemente, que podemos usarlos como nos plazca”
(Papa
Francisco, Mensaje Para la Cuaresma de 2019, 4 de Octubre
2018,Fiesta
de San Francisco de Asís). La oración nos ayuda a
renunciar
la idolatría y autosuficiencia de nuestro yo. Tenemos
necesidad
de la fuerza que viene del Señor. ¡Cuántas veces
constatamos
en la plegaria la valentía para seguir luchando en hacer
el
bien! No olvidemos que la vida cristiana si no se sustenta en la
oración
y en la cercanía a los sacramentos, de modo especial la
Eucaristía
y la Confesión, se convierte en una falacia.
Cuando
hacemos excursiones por los senderos de una montaña se
requiere
estar bien preparados y comer lo necesario, pero nunca
atiborrarse
de los alimentos. El AYUNO libera de la avidez y hace
posible
que el cuerpo se aligere. “No sólo de pan vivirá el hombre”
(Lc
4, 4). Hoy, por las instrucciones dietéticas, que ayudan a cuidar
del
cuerpo, es normal que el dietista indique la importancia de
liberarse
de alimentos nocivos, de exceso en alimentos grasos… y
todo
porque este ayuno hace mucho más ágil al cuerpo y le
desintoxica
de elementos nocivos para la sangre o por el exceso de
glucosa
en el mismo. Y si esto se hace para el cuerpo, mucho más lo
hemos
de hacer para el alma que puede verse enjaulada en una
parálisis
existencial. El ayuno nos priva de nuestras apetencias
egoístas,
nos fortalece para saber sufrir por amor, nos hace mirar las
realidades
materiales por lo que son y no por lo que nos comunican
los
intereses creados. Nos ayuda a tener el corazón en su lugar
sagrado
y no fuera de él como si estuviera al borde del precipicio.
Teniendo
presente el Juicio final: “Tuve hambre y me disteis de
comer;
tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me
acogisteis;
estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis,
en
la cárcel y vinisteis a verme” (Mt 25, 35-36), se entiende el
sentido
de la LIMOSNA puesto que “entonces, se pondrá a la luz la
conducta
de cada uno y el secreto de los corazones. Entonces será
condenada
la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia
ofrecida
por Dios. La actitud con respecto al prójimo revelará la
acogida
o el rechazo de la gracia y del amor divino” (Catecismo de la
Iglesia
Católica, n. 678). “No tentarás al Señor tú Dios” (Lc 4,
12).
Es decir que la idolatría más sutil es la de la falta de fraternidad,
quien
tienta a Dios es porque sólo piensa en sí mismo y nada más. La
limosna
no es simplemente una forma de solidaridad sino la
expresión
de un amor que nos hace ver en el hermano la imagen
nítida
de Jesucristo. Por eso al final de los tiempos el examen será
sobre
la atención que se ha tenido con el prójimo puesto que en él se
encuentra
al mismo Cristo al que se le acepta o se le rechaza.
Ruego
a San Francisco Javier y a Santa María nos concedan la
gracia
de renovar nuestra Iglesia y dar nuevo impulso evangelizador
a
esta hermosa Peregrinación, que es la Javierada. Y os animo a dar
a
conocer la Buena Noticia del Evangelio. ¡Id y anunciad: Jesús os
ama;
es el Señor!
UNA LUZ QUE NUNCA SE
APAGA
SEGUNDA
JAVIERADA
1.-
De nuevo nos encontramos en Javier. El Señor nos invita en este
día
a vivir lo que nos dice San Pablo: “Nosotros somos ciudadanos del
cielo,
de donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo,
el
cual transformará nuestro cuerpo humilde en cuerpo glorioso como
el
suyo” (Flp 3, 20-21). Zeruko hiritar gara eta handik itxaro
dugu
salbatzailea, Jesukristo Jauna. Esta ciudadanía mientras
caminamos
por esta tierra, es una ciudadanía pasajera, pero la que
vale
y es eterna es aquella que transformará lo limitado en ilimitado,
lo
pasajero en permanente y la fragilidad en fortaleza. Por eso hemos
de
estar siempre muy bien preparados y al estilo del atleta correr con
soltura
para que al fin consigamos la meta.
Para
que podamos correr con firmeza y con seguridad el evangelio
nos
propone hoy un alto en el camino, un momento de intimidad en
la
montaña del Tabor. Sólo este momento orienta nuestro
peregrinaje.
Jesús nos escoge a sus íntimos y nos invita a orar, a
abismarnos
en el amor del Padre, en la escucha confiada de cuanto
nos
quiere regalar y proponer. En Jesús, esa intimidad llega al punto
de
transfigurarlo completamente. Y yo os pregunto, vuestro diálogo y
escucha
del Señor os cambia el semblante, el corazón y los
proyectos?
Moisés y Elías hablan con Jesús de su muerte, de su salida
al
Padre, del exceso de amor y entrega que lo iba a romper y
derramar
por toda la historia. Y como en Getsemaní, nos quedamos
perplejos
y nos dormimos y abandonamos su contemplación. Gaur
Jauna
argiz betea ikusten dugu. Eta gu berriz, loak hartzen
gaitu.
Esna gaitezen senideok, Jesus hemen da.
2.-
Pero ahora tengamos presente que si el Señor nos ha reunido
aquí,
ante la figura y vida de Javier, es por una única razón: No tener
miedo
y confiar en Él. Y digo esto porque hay muchos motivos para
temer
y acobardarnos en la vida. Cada uno tenemos nuestro
Jerusalén,
donde nos toca responder a la llamada de Cristo y dar la
vida,
aunque duela. Y por eso oímos el susurro del Señor: “Así que no
temas,
porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu
Dios.
Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra
victoriosa”
(Is 41, 10). Y es que muchas veces sucede que nos vemos
amenazados
por situaciones adversas de todo tipo y la tentación es
mirarlo
con angustia y desesperanza. Por eso necesitábamos hoy de
la
experiencia de la Transfiguración de Jesús.
Es
el momento para cantar y recitar el salmo: “El Señor es mi luz y
mi
salvación, ¿a quién temeré?” (Sal 26, 1). Miremos la vida con los
mismos
ojos con los que nos mira el Señor. Esta es una luz que
nunca
se apaga porque siempre está encendida. La esperanza se
sustenta
aquí y de ella emana una seguridad existencial. “Espera en
el
Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor” (Sal 26, 14). Un
ejemplo
fue el Papa San Juan Pablo II cuando dijo: “¡No tengáis
miedo!...Abrid
de par en par las puertas a Cristo” y añade el Papa
Francisco:”Esta
herencia era para él fuente de esperanza, de fuerza y
de
coraje… Esta invitación se transformó en una incesante
proclamación
del evangelio de la misericordia para el mundo y para el
hombre”.
Ebanjelioaren poza da kristauon ondarea. Joan Paulo
Aita
Saindua eta orain Frantziskok horretara deitzen gaituzte.
Creo
que es una buena propuesta para este tiempo de Cuaresma
que
nos ayudará para convertir nuestro corazón y dejar que las
bienaventuranzas,
como escuchábamos en el evangelio, motiven todo
nuestro
actuar y obrar. No olvidemos dar esplendor a nuestra vida
con
la oración, el ayuno y la limosna. También meditemos la pasión
del
Señor que nos enseñará a ser testigos de su amor entregado y
generoso.
Busquemos momentos de oración en nuestros hogares y
poniendo
en medio una imagen de la Cruz. Participemos en la liturgia
dominical
y así seremos instruidos por la Palabra de Dios.
Acerquémonos
al Sacramento de la Penitencia que nos purificará de
nuestros
pecados. Comulguemos a Cristo que se hace presente en la
Eucaristía.
Hagamos gestos de generosa ayuda a los más pobres y
actuemos
con fraterna solidaridad.
3.-
Concluyo invitando a todos para que recemos por los
seminaristas
y para que muchos jóvenes sean valientes y generosos
en
el seguimiento a Jesucristo por el camino del sacerdocio.
Gazteok,
ez izan beldur! Jaunak deika ari zaizue bizitrara,
misiora,
zerbitzura. El día 19, día de San José, celebramos la
Jornada
del Seminario. Que San Francisco de Javier nos ayude a ser
misioneros
y nos preparemos para anunciar a Jesucristo por doquier.
No
tengamos miedo, ni temor, abramos las puertas a Jesucristo. Que
la
Virgen María cuide de todos y de modo especial de la familia donde
se
fraguan nuestras ilusiones y donde nos formamos para ser
mensajeros
del amor a esta sociedad que nos rodea.