“Lo nuestro es dar testimonio de
que Dios es Padre, un padre que cuida”
El
próximo domingo 17 de febrero, a las 13,45 horas, “Misioneros por el Mundo”
llega a Colombia de la mano de Obras Misionales Pontificias (OMP), para conocer
a algunos de los más de 300 misioneros españoles que se encuentran en el país.
Las
Hijas del Calvario y las Hermanas Vedrunas son vecinas en barrios
pobres de Bogotá, donde viven compartiendo el día a día del pueblo.
En
el Barrio Villa Javier (fundado hace 106 años por el padre José María
Campoamor, un jesuita español) las Hijas del Calvario tienen una comunidad en
la que hay dos misioneras burgalesas: Casilda
Barbero Santaolalla y Mª Luisa Ruiz
Alcalde.
Sus
vecinas, las Hermanas Vedrunas,
trabajan en el Barrio del Consuelo. Allí se encuentra una religiosa de la
diócesis de San Sebastián, Mª Dolores Aseguinolaza, que lleva más
de 40 años en la capital colombiana. En la puerta de su casa, las religiosas
han visto cómo asesinaban a un par de personas, una de ellas traficante de
drogas (miles han sido asesinadas entre 1988 y 2013 como parte de lo que el
gobierno llamó “limpieza social” como su solución para acabar con problemas de
droga y violencia).
El
trabajo no da tregua a las Hijas del
Calvario: visitas a enfermos, promoción social, atención a jóvenes madres,
etc. En la AMAC (Asociación de Mujeres y Madres Abriendo Caminos), las religiosas
atienden y apoyan a madres solteras “muy jovencitas”, que generalmente son
abandonadas por sus novios cuando se enteran de que están embarazadas. Otro
problema social, según explica la hermana Casilda,
está vinculado a la alta inmigración venezolana, rechazada a veces pensando que
vienen a quitar trabajo. Con todo, la pobreza es un problema menor comparado
con la droga (muchos jóvenes pobres no dudan incluso en vender una teja o una
cucharita para comprarse la droga). Edelmira es una de los enfermos a los que
las misioneras visitan semanalmente, que agradece mucho el “consuelo
espiritual”, sobre todo la Comunión, que le llevan las religiosas. Casilda dice
emocionada que son “los enfermos, los catequistas…” los que evangelizan a los
misioneros y les enseñan “a creer en un Dios muy cercano porque ellos viven con
una confianza muy grande en Dios”.
La
hermana Lucía Adela Carracedo es una
leonesa de la diócesis de Astorga que es misionera desde los 20
años. Esta vocación temprana surgió leyendo la vida de la patrona de las
Misiones, santa Teresita del Niño Jesús. Las Carmelitas Teresas de San José atienden a las niñas huérfanas y
pobres. En Bogotá, lo primero para estas misioneras es la educación en el
colegio “Carmen Teresiana”, construido en el sur de Bogotá para estas niñas. Allí
tienen también un grupo de Infancia Misionera. A pesar de sus 62 años como
misionera, Lucía sabe que tiene que “ser presencia y continuar la misión,
también acompañando a las hermanas que están ahora trabajando”, convencida de
que el Señor todavía la quiere allí.
A
más de 500 kilómetros de Bogotá y a orillas del Pacífico se encuentra
Buenaventura, donde las Hermanas
Servidoras de Jesús del Cottolengo del Padre Alegre, atienden a los
discapacitados, pero sobre todo, encuentran en ellos a Jesucristo. Allí se
encuentran dos españolas, la hermana Caridad
Gomiz Reche, natural de un pueblo de Almería y la hermana Agustina Barbero, de Salamanca.
Siguiendo una lógica que no es la del mundo, la misionera explica las
condiciones de admisión al Cottolengo: “cuanto más pobre, más enfermo ‒aunque
nos dé más trabajo‒ y más abandonado, pues más posibilidades tiene de entrar,
aunque llegue el último”. El trabajo no les asusta porque, como dice Caridad,
la fuerza la sacan “de la Eucaristía, de la oración”. Para ella, este trabajo
difícil no es ningún mérito, más bien cree que tiene que dar gracias a Dios
porque de los discapacitados aprende “la gratitud, la capacidad de sufrimiento”,
y añade: “son sencillos, son transparentes, son lo que son, no tienen que
fingir nada”. Cuidar a los enfermos es sólo parte de lo que hacen y “no es
mucho”, para esta misionera, “lo nuestro es dar testimonio de que Dios es
Padre, que cuida”. Con el fin de dar ánimo a sus hermanas en las casas de
Popayán y Buenavista, en este viaje de Misioneros por el Mundo, se encontraba la
Madre General, Milagrosa Bazán Ocón,
que había viajado desde España con el objetivo de “mantener el espíritu de la
Congregación, la vida de familia con los enfermos, la adoración a Jesús en la
Eucaristía”.
Los
programas de “Misioneros por el Mundo” grabados con OMP se emite los domingos a
las 13,45 y también se puede seguir en directo on line en:
http://trecetv.es/directo; y tras su emisión, verse en la web del programa:
http://trecetv.es/programas/misioneros-por-el-mundo