"GRACIAS" CON ESTE SENCILLO Y ROTUNDO LEMA POR BANDERA,
LA IGLESIA CELEBRA EL PRÓXIMO 24 DE ENERO LA JORNADA DE INFANCIA MISIONERA
¡Aviso para navegantes!: contra lo que pudiera empujarnos a creer
después del deslumbrante oropel consumista y vano con el que los peritos del
marketing nos han envuelto la Navidad, la gran Jornada misionera de los niños
remata el copioso rosario de las celebraciones navideñas, sí. Pero no es una
fiesta para atiborrar de dulces y caramelos las barrigas infantiles. No. De eso,
nada.
Antes, y sobre todo, es un nuevo aldabonazo, directo y claro, que,
todos los años por estas fechas, la Iglesia endereza a los más pequeños para
sembrar en ellos el espíritu de la fraternidad universal. Por eso, “Los niños
ayudan a los niños” es el lema de esta, muy veterana ya, Obra Pontificia. Y,
también por eso, este año, llega de la mano de un generoso “Gracias”, que
quiere ser consecuencia final del previo intercambio de bienes al que están
llamados todos los niños de la Tierra.
Año tras año, la Infancia Misionera se afana por sembrar, entre los
más pequeños, un espíritu libre, solidario y sin fronteras. Un espíritu que
arraigue, con fuerza, en los corazones infantiles. Y que, andando el tiempo,
sea capaz de transformar a los niños de hoy en hombres y mujeres del mañana,
hechos y, sobre todo, derechos: capaces de construir un futuro mejor. Hombres y
mujeres que estén resueltos a forjar una humanidad más justa, más libre, más
fraterna, más humana y, en definitiva, más cristiana.
Todos los niños están llamados a ser, el próximo domingo 24 de
enero, protagonistas de esa Jornada. Pero, para que eche raíces en el hondón de
su alma la certeza de que todos somos hijos de Dios y, por lo tanto, hermanos e
iguales en derechos y dignidad, es imprescindible la ayuda y colaboración de
los mayores. Por eso, padres, catequistas, profesores y colegios también están
llamados a comprometerse en esta empresa. ¡Que nadie se escaquee! Todos los
creyentes en Jesús, el Niño de Belén, estamos obligados a colaborar en el
anuncio de su Buena Nueva a cuantos, todavía, no han oído hablar de Él. Y, al
mismo tiempo, a atajar las muchas necesidades que pisotean la dignidad de
cientos de miles de niños que no han tenido tanta suerte como los que corretean
por nuestros parques y jardines. Sí, no es broma. Todavía hoy, en los umbrales
del siglo XXI, el panorama mundial que presenta la infancia es bien
desalentador. Para probarlo, estas pinceladas que nos da UNICEF.
Una infancia maltratada
El Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la
Infancia dice que, solo en 2012, murieron 6,6 millones de menores de cinco
años. Y que la gran mayoría de estas muertes podían haberse evitado. Y eso es
una violación del derecho fundamental a sobrevivir y desarrollarse.
El 15% de los niños del mundo se ve obligado a hacer trabajos que
comprometen su derecho a la protección contra la explotación económica e
infringen su derecho a aprender y a jugar. El 11% de las niñas están casadas
antes de cumplir 15 años, lo que pone en peligro su derecho a la salud, la
educación y la protección. En Chad, por cada 100 niños que se matriculan en
secundaria, solo 44 niñas lo hacen. El resto queda sin educación y sin el
amparo y servicios que proporciona la escuela.
No todo es tan fúnebre y desalentador: unos 90 millones de niños
podrían haber muerto antes de cumplir los cinco años si las tasas de mortalidad
infantil se hubieran mantenido en los niveles de 1990. Por ejemplo, en Perú,
ese año, de cada 1.000 menores morían 79 niños. En el 2012, la cifra bajó a 18
niños por cada mil.
Pero queda mucho, mucho, mucho por hacer: al presente, seis de cada
diez niños de nuestro mundo son víctimas de algún tipo de tragedia: hambre,
violencia, pobreza, carencias educativas y sanitarias, explotación...
Infancia Misionera intenta
cambiar esta situación
Para combatir y conjurar esas amenazas tan lacerantes, el año
pasado la Infancia Misionera en España contribuyó al Fondo Universal de
Solidaridad con cerca de tres millones de euros (exactamente: 2.733.972,39 €).
En total, en el pasado ejercicio, las Iglesias de los cinco continentes
lograron reunir, para ayudar a los niños del mundo, más de 17 millones de
euros: 17.316.056,88 €. Luego, cada año, en Roma, como es bien sabido, la
Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias se encarga de distribuir,
en función de las necesidades, las aportaciones íntegras de todos los países
para hacer posible una multitud de proyectos solidarios en favor de los niños
más necesitados.
Todos estos afanes no son nuevos. La convocatoria que, cada año,
nos hace la Obra Pontificia de la Infancia Misionera hunde sus raíces en medio
del siglo XIX. Sí. Hasta 172 años atrás –camino de dos siglos– tenemos que
remontarnos en el calendario para dar con las raíces de tan admirable organización.