Octubre Misionero no podía empezar de otra manera…
orando por las misiones con nuestros misioneros en el IV Encuentro Misión y Cotemplación.
Este año se escogió como lugares de oración
el Monasterio de Sta. Teresita de Lisieux, Carmelitas de Donamaría; y el Monasterio de los Ángeles, Clarisas de Arizcun.
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La mañana empezó con una Eucaristía en el Monasterio de las Carmelitas de Donamaría, seguida del testimonio de las hermanas sobre la vida de Sta. Teresita de Lisieux. Nos hicieron sentir como en casa y nos trataron con cariño de hermanas.
Dios, que habla constantemente, nos salió
al paso durante la visita al Señorío de Bértiz, dejándonos sorprender a través
una naturaleza que silenciosamente cantaba las grandezas de la creación, y del
Creador. Es hermoso saberse criatura de esa manera.
Todos fuimos testigos que se puede contemplar sin prisa “pero sin pausa”.
La tarde y el paisaje pedían caminar pero las
distancias lo hicieron imposible. Los autobuses nos hicieron peregrinos modernos
y contemplativos sobre ruedas, en medio de un paisaje verde y frondoso, de
camino hacia la siguiente cita: el Monasterio de las Clarisas de Arizcun.
Oración de vísperas, testimonio, sencillez y
recogimiento por todas partes.
Las hermanas nos abrieron las puertas de su casa y nos
regalaron su espiritualidad y la alegría
contagiosa de quien vive en Dios. El punto final… una merienda que no pudo ser tal, pues fue más
bien cena. Cantos con guitarra en mano auguraban una despedida igual que la del
encuentro del año pasado… con ganas de más.
La vuelta a casa pedía silencio para “posarlo” todo, y
preparar el corazón para la siguiente fiesta: el DOMUND. Pero la alegría se
impuso… y es que el corazón también sabe orar entre canciones y momentos
compartidos con el de al lado.